domingo, 3 de junio de 2012

Lo que tú quieres que vean

Cuando estaba en la primaria recuerdo haber estado emocionadísima porque en el festival del día de las madres íbamos a bailar el "Son de la negra",  todo era maravilloso hasta que un par de días antes de la presentación mi pareja de baile se fracturó un pie.
En ese entonces en mi salón estudiaba Rodrigo, un niño invidente el cuál era sujeto de bromas pesadas y cambiaba de pareja para el festival cada semana puesto que ninguna niña quería "hacer el ridículo" bailando con él.

Por su puesto que no soy ninguna Teresa de Calcuta pero en ese entonces cuando la maestra me propuso bailar con él, yo juraba que era la niña más afortunada de la clase porque créanlo o no, nadie zapateaba con más entusiasmo que Rodrigo y para fines prácticos yo lo que quería era bailar y verme divina con mi vestidazo.

De esa convivencia surgió una linda amistad y todos los días después de clases llegaba y le platicaba a mi mamá de lo bien que bailaba Rodrigo, de lo chistoso que era, que me había regalado un dulce y que en clase de música siempre era el que mejor tocaba la flauta y el más afinado.

Cuando llegó el día del festival, mi mamá se enteró de que Rodrigo no veía lo cual la sorprendió enormemente; cuando me cuestionó el que no le hubiera contado al respecto, simplemente respondí: "Había olvidado mencionarlo..."

Cada que recuerdo esa situación pienso en lo grandes que eran sus cualidades como para que obviara contarle a mi mamá que mi pareja de baile era invidente. En efecto: "La gente ve de ti lo que tú quieres que vean". Si las cualidades de Rodrigo hacían desaparecer su discapacidad, no puede existir defecto físico o carencia suficientemente grande que no permita ver y valorar la belleza del alma y la calidad humana de una persona.

Algo en que pensar la próxima vez que se quejen de no ser lo suficientemente altos, su color de piel, o la forma de su nariz.

Y eso es todo lo que tengo que decir acerca de eso.


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